La Pandemia que azota a todo el planeta ha producido cambios trascendentes en la humanidad. Ya nada será igual que antes. Cuando todo vuelva a la normalidad, será una nueva normalidad.
La sociedad fue obligada a numerosos cambios. Todos aprendimos a utilizar cosas que nunca antes pensábamos que íbamos a convivir con ellas. Bancos con muy pocas personas atendidas con turno previo. Oficinas vacías y nuevas palabras se incorporaron a nuestro lenguaje diario. El teletrabajo suplió nuestras oficinas. Los papeles se redujeron al tiempo que aumentaban los archivos digitales y los correos electrónicos. Perfeccionamos las formas de pagar y el cheque fue reemplazado por las transferencias, las compras por Internet crecieron a todo vapor y el dinero en efectivo, que creíamos indispensable en nuestro diario trajinar, se convirtió en billeteras electrónicas. Fuentes confiables señalan que en nuestro país las transacciones por medios digitales crecieron durante la pandemia un 79% y que Argentina lideró el uso de nuevas tecnologías en América Latina.
A esa nueva realidad muchos la denominaron “disrupción”.
Y esa palabra, admite, a nuestro juicio, dos significados. Uno muy positivo que podemos traducir como “reemplazar formas tradicionales y utilizar la tecnología en beneficio de la eficiencia y las necesidades de la gente” y el otro “el riesgo del uso de datos y la aplicación de la tecnología en perjuicio de los habitantes del planeta”. Ya, la propia Asociación Internacional de Supervisores de Seguros lo alertó hace tiempo con un informe expresamente vinculado con esta nueva forma de riesgo.[1]
Y de la misma forma que creció el uso de los medios electrónicos para lo cotidiano, también crecieron en forma proporcional las estafas, que, tecnología mediante, se propagaron en forma exponencial en todo el universo. Y como a rio revuelto ganancia de pescador, los talibanes del manejo de datos trataron de convertir todo en oportunidad para nuevos negocios.
Y la actividad aseguradora no iba a estar ajena a la presencia de quienes desde hace tiempo sueñan con emplear la tecnología para reemplazar la presencia del Productor Asesor de Seguros. Han empleado todos los medios posibles, han invertido fortunas en publicitar sus propósitos, han contado con el apoyo de los medios de difusión que también participaron en los beneficios de sus excesos marketineros. Pero después de todo ese esfuerzo solo han logrado tener una pequeñísima presencia en captar una ínfima porción de seguros obligatorios -casi como cazar en el zoológico- con un costo comercial extraordinario y cooperando con los precios de remate de algunas aseguradoras al quebranto técnico en sus balances que, en algunos casos ya lucen en forma preocupante.
Y como si eso fuera poco, un gigante de la venta por Internet, donde las personas humanas compran a través de mecanismos electrónicos, sin que nadie jamás haya conocido el rostro de alguno de sus operadores, se presenta como postulante a través de la figura de agente institorio y pretende invadir también el mercado de seguros. La Superintendencia tiene la facultad de aprobar o rechazar el pedido. Confiamos en el buen criterio de las autoridades del organismo supervisor, que hasta ahora han demostrado su preocupación por las ventas ilegales e ilegitimas en defensa de los intereses de toda la comunidad.
Todos los que pretenden intrusar el mercado de seguros han encontrado una denominación bajo el extraño término “Insurtech” que en nuestro idioma no tiene traducción.
Los Productores Asesores de Seguros rechazamos esas expresiones y preferimos llamar a nuestra noble actividad utilizando las palabras de nuestro riquísimo idioma.
Mientras esta invasión pretendía desconocer la labor de asesoramiento profesional, la Pandemia no hizo otra cosa que poner de resalto la importancia de la labor del Productor Asesor de Seguros. Así todos los colegas debieron multiplicar su tarea, porque los asegurados planteaban todo tipo de problemas y en las aseguradoras el trabajo remoto dificultaba o difería la solución de las requisitorias y porque no decirlo también; a aquellos que habían contratado seguros sin la intervención de un PAS, los contestadores automáticos y los inefables chat bots solo les proporcionaron respuestas absurdas a sus legítimas inquietudes.
Pero que nadie se confunda, los Productores Asesores de Seguros estamos a favor de toda innovación al servicio del mercado de seguros. Para eso nos capacitamos en forma continua y fuimos los primeros en incorporar tecnología a nuestra actividad, recogiendo y transfiriendo datos en forma directa a las entidades aseguradoras reemplazando a los antiguos “data entry”, facilitando la emisión de las coberturas y seguiremos incorporando en forma permanente nuevos instrumentos de actualización para ponerlos al servicio de la actividad.
Por otra parte, tampoco rechazamos el uso de las formas masivas de recolección y procesamiento de datos, pero, con los cuidados del caso, le damos nuestra bienvenida para generar una actividad colaborativa que permita al sistema asegurador argentino contar con información de uso común que nos permita obtener tarifas micro segmentadas, que distribuyan la carga del premio en forma más equitativa con los riesgos que cubren. También será de real valor para evitar el fraude en la actividad. Y, por último, no menos importante, será para las entidades aseguradoras contar con información que les permita el mejor cálculo de sus reservas y el pronóstico preciso de obligaciones que surgirán por siniestros que se habrán producido sin o con poca información de estos en la época del cierre de sus estados contables.
Los Productores Asesores de Seguros de todo el país seguiremos poniendo nuestras mejores energías al servicio de un mercado solvente y responsable, como antes, como durante la pandemia y cuando volvamos a la nueva normalidad.
Agustina Decarre (presidenta de FAPASA) – Jorge Zottos (secretario de FAPASA).
Fuente: www.fapasa.org.ar
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