Una baja en la prima, en este contexto de caída de la actividad económica, inflación y resultado técnico negativo de la industria, supone en principio atentar contra la solvencia del sistema. Escriben Guillermo Plate y Pablo Sallaberry. (*) Fuente: Revista Estrategas.
El sistema asegurador o de seguros es esencialmente solidario; es decir, una estructura constituida por aportes de ‘primas’ (precio) abonadas por muchos que soportan las pérdidas de quienes sufren un siniestro. Aunque suene antipático, una baja en la prima en este contexto de caída de la actividad económica, inflación y resultado técnico negativo de la industria supone, en principio, atentar contra la solvencia del sistema y consecuentemente contra ese principio solidario. Ante el aislamiento obligatorio observamos distintas conductas de los operadores del mercado asegurador. Algunas aseguradoras realizaron bonificaciones generalizadas sobre la prima y otras se hicieron eco de los pedidos puntuales de sus asegurados y productores de seguros en el afán de no perder producción y ponerse del lado del asegurado. Por último, están las más ‘osadas’, que salieron a captar mercado (clientes nuevos) mediante campañas comerciales agresivas basadas fundamentalmente en rebajas de tarifa, quizás sin respaldo. Aquí es importante entender que la cuestión tarifaria es eminentemente técnica y que debe analizarse en función de la solvencia del mercado y de cada operador en particular. Es sabido además que no todas las aseguradoras están capacitadas para realizar rebajas. La normativa de seguros establece que las primas deben tener fundamentos técnicos y ser suficientes de manera tal que permitan al asegurador cumplir con sus obligaciones y al mismo tiempo sostener su capacidad económico-financiera. En caso de no cumplir con tales parámetros, el supervisor, entre otras medidas, deberá observar las tarifas. Tan complejo es el tema primas y tarifas que para la asociación que nuclea a los supervisores del mercado asegurador de EE.UU., el más grande del mundo, la aplicación inadecuada de la política de precios (insuficiencia de prima) resulta ser uno de los principales motivos de insolvencia de las aseguradoras. Por esto mismo, si se observara un crecimiento excepcional en los ingresos de la aseguradora o un cambio radical en su política de precios en pos de bajar primas es probable que se visualice una falsa idea de solvencia por desconocimiento de los pasivos emergentes de los riesgos asumidos. Allí deberían sonar todas las alarmas del regulador y activarse los procesos de supervisión más estrictos, tal cual lo establecen las mejores prácticas y recomendaciones de la asociación internacional de supervisores (IAIS). Lo que parece un beneficio actual para el asegurado, tal vez cueste caro el día mañana. También vemos con preocupación entrar en escena a las asociaciones de consumidores arrogándose potestades y accionando contra aseguradoras que no habrían reducido el monto de la prima, basándose solamente en la percepción de una menor circulación de vehículos y actividad. Asumir que el vínculo entre aseguradora y asegurado constituye una relación de consumo y que la menor actividad económica deriva en una menor litigiosidad y consecuentemente en un servicio no prestado por la aseguradora, resultando un enriquecimiento sin causa, constituye lisa y llanamente un desconocimiento del sistema y un simplismo lineal que no es tal. La solución para el sistema sería un replanteo de la regulación y supervisión del régimen tarifario, estableciendo los umbrales de la prima para cada asegurador. Y también profundizar en el camino emprendido hacia la modernización del sector. Nos referimos al sistema de cobranza bancarizada o por medios electrónicos, la póliza digital y el intercambio de información a través de GDE Cloud. Hoy podemos constatar que el proceso de modernización de los últimos años permite a las aseguradoras estar preparadas para esta crisis. Permite además al Estado tener información en tiempo real, transparentar la cobranza, dar certeza al asegurado de su cobertura, promover la inclusión financiera e incrementar la recaudación impositiva, favoreciendo la formalidad de la emisión de pólizas.
Quienes formamos parte de una u otra forma del sistema asegurador debemos propiciar el crecimiento y profundización de estas herramientas, que sin dudas permitirán encarar un enfoque de supervisión moderno y ágil que redunde en la transparencia y protección en beneficio del asegurado. A esta altura deberíamos dejar de pensar en frases trilladas tales como ‘toda crisis es una oportunidad’ y de una vez por todas ocuparnos de los problemas para dejar de vivir permanentemente en crisis.
(#) Ex vicesuperintendente de Seguros de la Nación y ex gerente de Asuntos Jurídicos de la Superintendencia de Seguros de la Nación respectivamente.
Fuente: Revista Estrategas
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